En los últimos 30-50 años la historia natural de la infección del tracto urinario (ITU) en población pediátrica ha cambiado como resultado de la introducción de los antibióticos y la mejoría de los procedimientos diagnósticos. Estos cambios han contribuido a crear un estado de incertidumbre sobre qué procedimientos diagnósticos y terapéuticos son los más adecuados y como establecer el seguimiento de estos pacientes. El manejo habitual de estos pacientes incluye procedimientos de estudio por imagen, quimioprofilaxis y seguimiento prolongado, que provocan incomodidad en los pacientes y sus familias, así como una utilización excesiva de recursos del Sistema Nacional de Salud (SNS); y todo ello basado en una limitada evidencia. En nuestro entorno existen múltiples documentos sobre la actuación en la ITU en la población pediátrica, incluidos los Protocolos de la Asociación Española de Pediatría, el documento de consenso publicado en Anales de Pediatría, el protocolo de la Sociedad de Urgencias en Pediatría y otros protocolos de diversas sociedades y hospitales, que han abordado el tema con distintos enfoques, probablemente acordes con las características de la especialidad que los ha propiciado y, en muchos casos, con base en los puntos de vista y opiniones de los autores. El trabajo del Dr. Ochoa et al.2–10 es probablemente el más elaborado, desde el punto de vista metodológico, al estar basado en revisiones sistemáticas.
Por otra parte, la publicación de la Guía de Práctica Clínica (GPC) del NICE11, ha supuesto un hito en el manejo de la ITU, ya que está basada en revisiones sistemáticas y supone un cambio muy importante sobre los conceptos e intervenciones que hasta la fecha se venían realizando, y que estaban apoyados fundamentalmente en el documento de los años noventa de la Academia Americana de Pediatría12.
Por todo ello se ha considerado conveniente la elaboración de una GPC que pudiera dar contestación a preguntas que siguen creando incertidumbre y que tuviera aplicabilidad en nuestro entorno como herramienta para actuar sobre el diagnóstico, tratamiento y manejo de la ITU. La necesidad de esta GPC se fundamenta en diversos aspectos, los cuales recogemos a continuación.
La ITU es una de las infecciones bacterianas más frecuentes, tras las infecciones del tracto respiratorio, en la práctica pediátrica habitual; ya que se calcula que entre tres y siete niños o niñas de cada 100 tendrán una ITU13. Asimismo, existen amplias variaciones en la interpretación de los signos clínicos que nos deberían orientar hacia un diagnóstico de ITU, sobre todo en los niños y niñas de menor edad17,18.
El diagnóstico puede ser particularmente difícil en pacientes de corta edad, y existen controversias y amplia variabilidad en cuanto a los métodos utilizados para el diagnóstico de ITU, fundamentalmente referidos a la recogida de orina y técnicas diagnósticas10,19. El falso diagnóstico positivo de una ITU conduce a un tratamiento antibiótico innecesario, en ocasiones a una hospitalización y a la realización de otras pruebas potencialmente invasivas10.
También existe una amplia variabilidad en cuanto a qué tipo de estudios, fundamentalmente de imagen, han o no de realizarse tras el diagnóstico de una primera ITU. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los protocolos existentes están basados en el hecho de que la ITU ha sido durante mucho tiempo el signo más importante de sospecha de malformaciones obstructivas del tracto urinario o de reflujo vesicoureteral (RVU), y el consiguiente daño renal. En este sentido, hoy día se conoce que la propia ITU puede dar origen a un daño renal agudo o crónico sin que se demuestre la existencia de RVU, anomalías estructurales o funcionales del tracto urinario. Gran parte de estas lesiones van a ser unilaterales y con escasa repercusión sobre la función renal.
La creencia de que la asociación de ITU con malformaciones o RVU, o solo la ITU, podían evolucionar hacia una insuficiencia renal crónica (IRC), ha desarrollado toda una serie de propuestas de estudios por imagen, sin tener en cuenta el intervencionismo que conllevan, sobre todo desde que se ha consolidado el diagnóstico prenatal de anomalías del tracto urinario, que ha hecho que la mayor parte de las malformaciones o RVU de alto grado ya hayan sido diagnosticados antes de la aparición de una ITU20–24.
Sin embargo, en la actualidad se puede observar que muchas de las ITU diagnosticadas no van asociadas con anomalías del tracto urinario, sino que pueden depender de otros factores a los que hasta ahora no se les había dado la suficiente importancia: características del huésped, del germen, etc.25
A esto hay que sumar la incertidumbre existente en el pronóstico de la ITU. Existe la creencia, no basada en suficientes pruebas, de la fatal evolución de la ITU hacia IRC26,27.
También existen dudas todavía con respecto al tratamiento; sobre cuál puede ser la mejor pauta antibiótica, los criterios de ingreso hospitalario, o la necesidad o no de tratar la bacteriuria asintomática. Mención especial merecería el tratamiento quimioprofiláctico, cuyo uso indiscriminado no solo no produce beneficios, sino que incrementa el número de cepas resistentes a antibióticos28.
Como resumen, podemos decir que hay todavía suficiente variabilidad e incertidumbre en aspectos relativos al diagnóstico, la interpretación del hecho clínico de una ITU aislada, la indicación de una intervención diagnóstica, o aspectos del tratamiento y seguimiento; todo ello constituye argumento suficiente para elaborar esta GPC.
Bibliografía 1. Introducción
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