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1. Introducción

La elevada morbilidad y mortalidad de la Enfermedad Meningocócica Invasiva (EMI), que en ocasiones sigue un curso fulminante e inesperado, su acentuada predilección por la edad infantil y adolescente y su patrón epidemiológico de endemia con ondas epidémicas hacen de ella un problema sanitario de primer orden. Pocas enfermedades generan una alarma social similar a la que se registra cuando la población tiene noticia de casos de infección meningocócica en su entorno.

La EMI es causada por la bacteria Neisseria meningitidis. Históricamente, los serogrupos B y C han sido responsables de la mayoría de los casos clínicos en España, pero la introducción en el calendario vacunal de la vacuna conjugada frente a meningococo de serogrupo C (MenC) en el año 2000 redujo la incidencia de casos por serogrupo C un 88% 2.
Coincidiendo con la publicación de esta GPC la Comisión Europea emitió una autorización de comercialización, válida en toda la Unión Europea, para una vacuna frente a meningococo serogrupo B (MenB), después del dictamen favorable de la Agencia Europea de Medicamentos.

A pesar del éxito del programa de vacunación con MenC, en términos de incidencia y mortalidad a causa de la EMI, en la temporada 2009-2010 la letalidad para el total de casos confirmados fue 10%3. Una serie de factores, que incluyen medidas de salud pública, reanimación precoz, mejoras en las técnicas de reanimación, avances en cuidados intensivos, intervenciones quirúrgicas e inversión en rehabilitación pueden haber contribuido a una mejora del pronóstico de la EMI. Sin embargo, se registra una mortalidad elevada, particularmente en las primeras horas de la sepsis fulminante, lo que pone de manifiesto la necesidad de una información cada vez mayor, reconocimiento de la enfermedad y diagnóstico del paciente, y la necesidad de intervención urgente.

La EMI puede presentarse con un espectro clínico que va desde la meningitis aguda, con rigidez de cuello, fotofobia y fontanela abultada (pueden no presentarse todos los síntomas), a una sepsis meningocócica rápidamente progresiva con petequias o púrpura, nivel de conciencia reducido, shock y fallo multiorgánico. El reto para un médico de familia o un pediatra de atención primaria es estar alerta para identificar a aquellos pacientes que progresarán desde un cuadro no específico a una enfermedad grave, particularmente dado que los síntomas y signos iniciales pueden no ser distinguibles de cualquier infección banal. La mayoría de las muertes siguen ocurriendo en las primeras 24 horas, en muchas ocasiones antes de que se haya instaurado el tratamiento adecuado.

En los últimos 40 años ha habido una mejora espectacular del pronóstico del shock séptico en la infancia, con una tasa de mortalidad que se ha ido reduciendo. Se han producido también cambios relevantes en la organización y entrega de los servicios de salud, particularmente en lo relativo a las técnicas de reanimación y de cuidados intensivos, que se han asociado con una reducción de la mortalidad.

La rápida aparición y progresión de la EMI en un paciente dado requieren la elaboración de una Guía de Práctica Clínica (GPC) que asegure la aplicación del tratamiento más eficaz en el contexto del Sistema Nacional de Salud, con la prestación de servicios sanitarios tan cercana como sea posible, cuando pueda prestarse de una forma segura y a un coste sostenible, pero con un rápido acceso a la atención hospitalaria en el caso de que resulte necesario.

La elaboración de esta Guía de Práctica Clínica sobre el Manejo de la Enfermedad Meningocócica Invasiva se justifica por la magnitud del problema, tanto sanitario como social, y por la demanda generada desde diferentes ámbitos del sistema sanitario implicados en el abordaje de esta patología.

Bibliografía  1. Introducción

  1. 2 Vázquez JA. Situación actual de la epidemiología de la enfermedad meningocócica. Enferm Infecc Microbiol Clin. 2006;24(Supl 1):14-8.
  2. 3 Comentario epidemiológico de las enfermedades de declaración obligatoria y sistema de información microbiológica. España. Año 2010. Boletín Epidemiológico Semanal. 2011;19(8):100-16.