GPC Prueba Obesidad Infantojuvenil - GuíaSalud

Protegido: GPC Prueba Obesidad Infantojuvenil

La obesidad infantil se ha convertido en uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI, por su alta prevalencia, morbimortalidad y costes sanitarios1. Se asocia a la aparición de importantes comorbilidades en la infancia2 y su persistencia en la edad adulta conlleva un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, patologías tumorales, alteraciones músculo-esqueléticas, trastornos psicoafectivos y de calidad de vida3 y mortalidad prematura3bis. Y en la edad infantil se asocia no solo a importantes consecuencias físicas, sino también emocionales y sociales, que afectan al bienestar de la población.

La obesidad es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial, determinada por la interacción de factores genéticos, biológicos, socioeconómicos, conductuales y ambientales actuando a través de mediadores fisiológicos de ingesta y gasto de energía4 que afecta al conjunto de la población mundial, con cifras que para el conjunto de todas las edades, se sitúan en torno al 20%, porcentaje repartido aproximadamente en un 5% de obesidad y 15% de sobrepeso. Los datos de la cuarta ronda de recopilación de datos del “Childhood Obesity Surveillance Initiative”, realizada entre 2015 y 2017 en 36 países de la Región Europea de la OMS, muestran que casi uno de cada tres niños (niños 29 %, niñas 27 %) vivía con sobrepeso u obesidad, y aproximadamente uno de cada 10 con obesidad (niños 13%, niñas 9%)5,6. En 2013, la prevalencia de sobrepeso en la población española menor de 20 años era del 27,6% y la de obesidad del 8,4%, ambos superiores a la media de Europa occidental (24,2% y 7,2% respectivamente), pero comparables a las de Reino Unido (26,1% y 7,4%), Portugal (28,7% y 8,9%), Italia (29,9% y 8,4%), Irlanda (26,6% y 6,9%), Islandia (26,4% y 9,6%), Finlandia (26% y 9,2%) o Chipre (25,7% y 8%)7.

Según el estudio enKid8, realizado en España entre 1998 y 2000 la prevalencia de sobrepeso y obesidad para niños y niñas en edades comprendidas entre los 2 y 5 años fue del 21%, mientras que dicho porcentaje se incrementa al 31.2% para edades entre los 10 y 13 años. En este estudio, en niños y jóvenes de 2 a 24 años y utilizando los puntos de corte de la FO-1988, un 30,4% tenían exceso de peso. Esta cifra era similar a la del estudio Aladino de 2013, lo que indicaba que, aunque las cifras siguen siendo preocupantes, permanecían estables en la última década. No obstante, en el informe Aladino, de 201910 que presenta la prevalencia de exceso de peso, sobrepeso y obesidad (general y central) en los escolares de 6 a 9 años en España se muestra que 4 de cada 10 de los escolares analizados presenta exceso de peso, es decir, el 40,6%. De este porcentaje, el 23,3 % se corresponde con sobrepeso y el 17,3 % con obesidad. Desagregados estos datos, el sobrepeso es más frecuente en niñas (24,7%, frente al 21,9 %), mientras que la obesidad, incluida la obesidad severa, lo es en niños (19,4%, frente al 15%). A ello se suma que la tendencia a la disminución del exceso de peso que se observa desde 2011 (un 3,9%) parece haberse ralentizado en el periodo que va desde 2015 a la actualidad.9

Hay que señalar que el sobrepeso y la obesidad son más frecuentes entre los escolares de familias con un menor nivel de ingresos y con un nivel de estudios más bajos. En el estrato más bajo de ingresos (familias con ingreso menor de 18.000 euros anuales), la obesidad llega prácticamente a duplicarse con relación a la que se constata en ingresos más altos (familias con ingreso mayor a 30.000 euros anuales). En comparación, un 23,3% frente a un 12,1%, y la obesidad casi se duplica en niños cuyos progenitores tienen estudios primarios (el 24,3%), frente a aquellos cuyos progenitores cuentan con estudios universitarios (el 12,4%). Esta tendencia a la estabilización, aunque con prevalencias muy altas, se presenta no solamente en España sino también, aunque de forma desigual, en toda Europa

En este informe se subraya la necesidad de seguir impulsando políticas para promover hábitos saludables entre los escolares y su entorno, tanto familiar como escolar, contando con toda la sociedad y desde todos los entornos para obtener los mejores resultados que sea posible en los próximos años y mejorar la salud de los ciudadanos, y muy especialmente de los más jóvenes.

Es obvio, que las políticas de salud pública deben estar encaminadas a la prevención y manejo de las enfermedades crónicas y las estrategias de promoción de la salud deben considerar de forma prioritaria la adecuación de la dieta, mantener niveles adecuados del índice de masa corporal, aumentar la actividad física y reducir el sedentarismo. En respuesta a la creciente morbilidad y mortalidad de las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta, incluida la obesidad, la 57ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó en 2004 la Estrategia Mundial sobre Régimen Alimentario, Actividad Física y Salud. Alineado con esta estrategia. En España, para cumplir con esta estrategia, el Ministerio de Sanidad y Consumo (MSC) dicta las directrices para la elaboración del Plan Integral de Obesidad, Nutrición y Actividad Física en la orden SCO/66/ 2004 del 22 de enero 2004 11.

Un año más tarde el MSC desarrolla la estrategia NAOS12. La Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (ENAOS) tiene los objetivos de sensibilizar y concienciar sobre el problema de la obesidad y fomentar la alimentación saludable y la práctica de actividad física. Desde entonces, como miembro activo en los grupos técnicos de la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud se adhiere al Plan de Acción Global para la prevención de las enfermedades no transmisibles 2013-2020 de la Organización Mundial de la Salud (OMS)13

 Esta guía aparece en este contexto y tiene como objetivo analizar las evidencias de los estudios realizados sobre niños de 0 a 18 años, con muy diferentes estrategias y en entornos muy diferentes, para poder orientar la actua­ción de todos aquellos profesionales, tanto del entorno sanitario como escolar, además de a familiares, y gestores de salud, que pretenden colaborar en la prevención de la obesidad en esta población.

Esta Guía de Práctica Clínica (GPC) se enmarca en el Programa de GPC en el Sistema Nacional de Salud (SNS) y se ha realizado como parte de las actividades de la Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y Prestaciones del SNS (RedETS), financiadas por el Ministerio de Sanidad. Actualiza parcialmente la GPC previa sobre Prevención y Tratamiento de la Obesidad infantojuvenil en el año 2008. (específicamente las áreas de Prevención).

El objetivo de la GPC es servir como instrumento para mejorar las intervenciones preventivas que se realizan sobre la población general, concretamente sobre los niños y adolescentes, en los distintos entornos (familiar, escolar y comunitario). Nuestra población diana, por tanto, abarca población general, con y sin sobrepeso u obesidad con edades comprendidas entre los 0 y los 18 años.

Se abordan todas las estrategias encaminadas a la reducción o prevención del incremento del peso en la población infantojuvenil en general, y se excluyen las estrategias dirigidas a la adquisición de hábitos saludables, y las asociadas a lactancia materna.

Esta guía va dirigida a pediatras, médicos generales/de familia y profesionales de enfermería que desarrollan su actividad principalmente en atención primaria. Son también destinatarios los profesionales de la salud que desarrollan su actividad en la atención especializada, así como psicólogos, nutricionistas y dietistas, maestros, técnicos de actividad física y deporte. Las recomendaciones de esta GPC abordan algunas intervenciones que sólo son aplicables con la participación e implicación de los poderes públicos y empresas de alimentación y ocio infantojuvenil. Por ello, estas empresas e instituciones son destinatarios secundarios de esta GPC, así como las personas dedicadas a la política y los gestores. Por último, esta guía se dirige también a las familias, los educadores y el público en general.

Privado: Prevención de la Obesidad Infantojuvenil en el Entorno Familiar.

Actualizado a fecha: 28/10/2022

Actualizado a fecha: 28/10/2022

Actualizado a fecha: 28/10/2022

Actualizado a fecha: 28/10/2022

Actualizado a fecha: 28/10/2022

Actualizado a fecha: 28/10/2022

En la población general infantil y adolescente ¿cuál es la efectividad de las intervenciones en el entorno familiar para prevenir la obesidad?

Contexto
Fuerte a favor

Los efectos deseados de la intervención superan a los indeseables. Eso significa que la mayoría de los pacientes deberían recibir la intervención recomendada. LEER MÁS

     1. Se recomienda instaurar intervenciones mantenidas durante más de 12 meses basadas en modificaciones combinadas de la dieta y ejercicio físico para prevenir el sobrepeso y/o obesidad en la población infantil de 0 a 5 años.

Débil a favor

Los efectos deseables probablemente superan los efectos no deseables, pero con una incertidumbre apreciable. Eso implica que cada paciente debería ser ayudado a llegar a la decisión más adecuada a sus valores y preferencias. LEER MÁS

     2. Se sugiere la realización de intervenciones en el entorno familiar basadas en modificaciones combinadas de la dieta y el ejercicio para prevenir el sobrepeso/obesidad en la población infantil de 6 a 12 años.

     3. Se sugiere modificar de forma combinada dieta y ejercicio en población juvenil de 13 a 18 años para prevenir el sobrepeso y la obesidad.

Fuerte en contra

Los efectos indeseados de la intervención superan los deseados. Eso significa que la intervención no debería ser usada o recomendada. LEER MÁS

     4. No se recomienda intervenir sobre dieta o ejercicio de forma aislada en ningún grupo de edad.

Buena práctica clínica

Práctica recomendada basada en la experiencia clínica y el consenso del equipo elaborador. LEER MÁS

   5. Se propone que las intervenciones se realicen tanto en el hogar como en el entorno escolar o comunitario.

Débil a favor

Los efectos deseables probablemente superan los efectos no deseables, pero con una incertidumbre apreciable. Eso implica que cada paciente debería ser ayudado a llegar a la decisión más adecuada a sus valores y preferencias. LEER MÁS

     6. Se sugiere la realización de las intervenciones con períodos de seguimiento superiores a los 12 meses y con la participación ambos progenitores.

Débil en contra

Los efectos no deseables probablemente son mayores que los efectos deseables, pero con una incertidumbre apreciable. Eso significa que la mayoría de los pacientes no deberían recibir la intervención recomendada. Cada paciente debería ser ayudado a llegar a la decisión más adecuada a sus valores y preferencias. LEER MÁS

     7. No se sugiere iniciar ninguna intervención basada en actividad física ni educación sobre dieta para prevenir el sobrepeso y/o obesidad en la población infantil, (tales como tiempo de televisión, hábitos sedentarios…)  de forma aislada, pues ninguna de ellas ha mostrado beneficio de esta manera.

Consideraciones clínicas relevantes

Justificación

Se ha realizado una recomendación a favor de las intervenciones de dieta y ejercicio de forma combinada, que se consideró como fuerte en el grupo de 0 a 5 años Para los grupos de 5 a 12 años y de 12 a 18 años, en general, los efectos encontrados sobre la prevención de la obesidad en la literatura científica fueron entre bajos y moderados, tanto en magnitud como en la calidad de la evidencia encontrada, por lo que se consideró la reducción de la fuerza de recomendación.

A pesar de la escasa evidencia en estos grupos sí que la prevención de la obesidad fue considerada de forma unánime como un problema sanitario importante y la intervención sobre los padres, sobre todo en las edades más jóvenes, imprescindible. Además, tanto la experiencia clínica como la evidencia científica muestran que las estrategias de intervención realizadas son muy bien aceptadas por parte de las familias y los efectos indeseables son prácticamente inexistentes, las intervenciones de prevención son factibles y con una relación calidad/efectividad que favorece dichas intervenciones.

Hay que tener en cuenta las brechas de conocimiento de las intervenciones de prevención de la obesidad en la familia puesto que la mayoría de los estudios están dirigidos a familias con niños de 2 a 5 años (43%) o de 6 a 10 años (35%), siendo el grupo racial más representado el caucásico (35%), seguido por el afroamericano (31%), y menos de un tercio de las intervenciones incluyeron a familias monoparentales (27%) y padres no biológicos (2, 2%). Por lo que la representatividad de la muestra reduce la capacidad de generalizar recomendaciones a la población infantil-juvenil.

Justificación detallada

La certidumbre sobre el efecto de las intervenciones se valoró como baja / moderada a pesar de haber extraído la información de una revisión Cochrane de muy buena calidad16

La revisión Cochrane incluye 153 ensayos clínicos y de estos, solo 17, se dirigen exclusivamente a la pregunta de intervenciones intrafamiliares y solo puede incluir 7 ECA en el meta-análisis, debido principalmente al diseño de los estudios, sobre todo a la variable de resultado seleccionada, que en pocas ocasiones es la variable IMC, o zIMC, que fue la considerada como variable crítica tanto por la Cochrane como por el GEG.

Es importante señalar, además, la dificultad para evaluar la eficacia de las intervenciones debido a que estas son muy heterogéneas, no solo respecto al objeto de la intervención (dieta, ejercicio o ambas), o al lugar donde ésta se produce (colegio, comunidad o domicilio), sino también, a las prácticas empleadas y el tiempo de intervención.

La pequeña magnitud de los beneficios encontrados y la inconsistencia de los resultados también generó dificultades en el GEG a la hora de basar sus recomendaciones en los resultados de investigación de confianza.

Por estos motivos, para hacer las recomendaciones, el GEG se ha basado en su experiencia clínica y en datos indirectos, fundamentalmente en la relevancia del problema clínico abordado. El sobrepeso y la obesidad infantil afecta al 22-25% de los niños y adolescentes europeos y en España la prevalencia es del 23,2 % para sobrepeso y de obesidad del 18,1 %17. Los niños con sobrepeso en comparación con los niños sin sobrepeso tienen muchas más probabilidades de convertirse en adultos con obesidad y sufrir a edades tempranas diabetes o enfermedades cardiovasculares que, a su vez, se asocian a una probabilidad de muerte prematura y discapacidad y, durante su infancia, a baja autoestima, aislamiento, discriminación social y depresión que pueden prolongarse igualmente en la edad adulta 17.

También hay que señalar que, a la hora de plantear las recomendaciones, el GEG tuvo en consideración que las intervenciones estudiadas son prácticas seguras con escasos efectos secundarios y, aunque apenas hay estudios que recojan los costes, el GEG ha considerado que son coste efectivas en general debido a la magnitud de las consecuencias sociales y sanitarias relacionadas con la obesidad.

Consideraron también de cara a emitir las recomendaciones, la importancia de la intervención sobre las familias, puesto que son los padres, madres y cuidadores los que deciden el tipo de alimentos que se consume en el hogar, los horarios que seguirá el niño o la niña en sus actividades extraescolares y si éstas implican mayor o menor sedentarismo. Además, los padres representan un estilo de vida de referencia para los hijos, aunque asumen que esto es más importante en las edades de 0 a 12 años, pues es normal considerar que esta influencia disminuirá a medida que los niños crecen puesto que durante la transición de la infancia a la adolescencia se produce una marcada búsqueda de autonomía y poder de decisión de los niños, con una peor aceptabilidad de esta recomendación debido a la menor influencia de los padres.  Esto hace menos factible la implementación de las recomendaciones en niños de 13 a 18 años.

Por último, hay que señalar la dificultad en la generalización de las recomendaciones debido a que la evidencia encontrada es bastante indirecta pues los pacientes incluidos en los estudios de intervención encontrados se han realizado, casi en su totalidad, en países de ingresos medios altos y en algunas ocasiones integrando minorías sociales desfavorecidas.

De la evidencia a la recomendación

¿Es prioritario este problema?

Evidencia procedente de la investigación

La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI.

Los niños con sobrepeso en comparación con los niños sin sobrepeso tienen muchas más probabilidades de convertirse en adultos con obesidad y sufrir a edades tempranas diabetes o enfermedades cardiovasculares, que a su vez se asocian a una probabilidad de muerte prematura y discapacidad 17 y durante su infancia, se asocia también a baja autoestima, aislamiento, discriminación social y depresión que pueden prolongarse igualmente en la edad adulta.

En España, entre niños de 6 a 9 años la prevalencia de sobrepeso fue del 23,2 %, y de obesidad del 18,1 %19. En adolescentes, las cifras de sobrepeso u obesidad ascienden hasta un 30% en Estados Unidos y entre 22-25% en Europa.

Se constata así mismo, que este problema presenta importantes implicaciones sociales, personales y familiares y que puede generar altos costes sanitarios directos e indirectos, con el agravante de que hay escasa percepción real de su importancia y una clara incapacidad social para atajarlo20.

Consideraciones adicionales

¿Cuál es la magnitud de los efectos deseables esperados?

Moderada
Evidencia procedente de la investigación

Se ha considerado que la variable que midiera el efecto de la intervención fuese la disminución del IMC, por ser una variable robusta, fácilmente medible y reproducible. EL IMC a los 4 años es normal desde el 13,8-16,7 en niñas y de 14,1- 16,9 en niños y va aumentando hasta los 18 años con un rango de normalidad del 17,9-25,5 en niñas y en niños del 18,2-25,5 (OMS)13, motivo por el que debe valorarse, no solo el IMC neto sino, cuando sea posible, el IMC en el contexto de las tablas de crecimiento, zIMC.

Para el grupo de 0 a 5 años y para las intervenciones dirigidas a dieta y ejercicio combinadas, para la variable IMC no estandarizada, se encontró un SD de 0.33 menor (IC 95%: -0.55 a -0.1), con una certeza alta, el metaanálisis de los 3 estudios dirigidos a zIMC, mostró una SD de 0.13 menor en el grupo intervención (IC 95%: -0.35 a 0.09) no significativa. Sólo un estudio incluyó una intervención de más de 12 meses; en ella se aprecia una mejora significativa a favor de la intervención de DM de 0.29 menor (IC95%: -0.56 a -0,02).

Para el grupo de niños de 6 a 12 años, solo se ha encontrado un ECA de calidad moderada sobre dieta y ejercicio. Encuentra un efecto no significativo en contra de la intervención con una DM 0.03 (IC 95%: -0.0 a 0.1).

Para el grupo de 13 a 18 años para intervenciones de dieta y ejercicio combinado se encontró un estudio único en el que se valoraban cambios en el zIMC y se apreció un aumento no significativo en el grupo intervención frente al control con una DM de 0.06 mayor (IC 95%: -0.13 a 0.26).

Cuando la intervención se dirigía exclusivamente a la dieta también se encontró un único estudio dirigido a cambios en el IMC con DM de 0.14 menor no significativo (IC 95%: -0.54 a 0.26).

No se pudo encontrar resultados para estrategias de intervención dirigidas a actividad física aislado para ningún grupo etario.

Respecto a los resultados en función del sexo, también en la revisión Cochrane de 201916, en los niños de 0 a 5 años, siete ECAS analizaron los efectos de la intervención por género. Un ECA indicó que su intervención tuvo un mayor efecto en las niñas en comparación con los niños para reducir el IMC55, y otro para reducir el grosor del pliegue de la piel56. Por otra parte, el estudio de Klein informó que la reducción del IMC en el grupo de intervención ocurrió sólo en los niños57. Cuatro ECAs no informaron de ninguna diferencia en el efecto de la intervención, en comparación con el control, en las medidas de adiposidad entre niños y niñas58,59,60.

En el grupo etario de 6 a 12 años, dos ECA indicaron que después de la intervención, las niñas tenían menos probabilidades de ser obesas que los niños61,62, y tres ECA indicaron que el IMC, el zIMC o el porcentaje de grasa corporal se reducía, en comparación con el control, en las niñas, pero no en los niños63,25,64. Al mismo tiempo, dos ECA indicaron que los resultados de los niños mejoraron en comparación con los de las niñas en lo que respecta al zIMC65 y al porcentaje de grasa corporal64.

En niños de 13 a 18 años, no se reportaron diferencias en cuanto a género en los resultados para IMC ni tampoco en función del origen étnico.

Consideraciones adicionales

¿Cuál es la magnitud de los efectos indeseables esperados?

Pequeña
Evidencia procedente de la investigación

La revisión realizada por la Cochrane en 201124 sobre las intervenciones preventivas de la obesidad infantil en cualquiera de los entornos, no sólo en el entorno familiar, analizó los potenciales efectos secundarios y reconoce que solo ocho de los 46 estudios los estudiaron y no encontraron evidencia de efectos adversos tales como prácticas de dieta poco saludables, ni aumento de la prevalencia de bajo peso, ni alteraciones de la imagen corporal.

Entre los estudios evaluados por Brown para la Cochrane de 201916, un ECA25 informó que los niños que recibieron intervenciones de actividad física versus control no tuvieron ninguna lesión física adicional en comparación con los que fueron asignados al grupo de control. Sin embargo, esta información se extrae de un solo ECA con un alto riesgo de sesgo.

En esta misma revisión, se indica que, en niños de 0-5, 16 ECA informaron de eventos adversos con la intervención de D+AF, si bien ninguno de los ECA informó que las intervenciones produjeran más eventos adversos que el control.

Entre los niños de edades comprendidas entre 13-18, dos ECA26,27, se estudiaron diferentes tipos de eventos adversos: comportamiento poco saludable de control de peso, satisfacción corporal, aumento de peso poco saludable, auto aceptación y atracones. Ninguno informó que en los grupos de intervención se produjeran más eventos adversos que el control.

Consideraciones adicionales

¿Cúal es la certeza global en la evidencia sobre los efectos?

Baja
Evidencia procedente de la investigación

Aunque la revisión sistemática de la Cochrane de 201124 y su actualización del 201916 que han sido utilizadas para responder a esta pregunta, son de muy buena calidad, ambas concluyen que los ensayos clínicos incluidos son de baja y muy baja calidad. Esto provoca que la certeza global de la evidencia sea baja pues los estudios presentan un elevado riesgo de sesgos, al no referir muchos de ellos de una forma adecuada los métodos de aleatorización, ni tampoco es fácil realizar el cegado de la intervención, por lo que no se produce en la mayoría de ellos. Los trabajos analizados muestran importantes   inconsistencias en sus resultados, además de una gran heterogeneidad de las intervenciones realizadas, dificultad para estandarizar las variables de resultado y, en ocasiones, intervención sobre poblaciones muy alejadas de las nuestras24.

Hay que señalar, también, que la mayoría de los ECA encontrados en la revisión sistemática de Brown et al16, no informaron sobre la prevalencia de la enfermedad en la población intervenida y utilizaron métodos altamente variables para la clasificación del sobrepeso y la obesidad. Los diferentes métodos de clasificación del estado de peso en los niños produjeron estimaciones de prevalencia muy diferentes y, por lo tanto, limitan las comparaciones entre los ECA14,33.

Si nos basamos en la revisión de Brown de 201916 se puede concluir que solo en el grupo etario de 6 a 12 años se está moderadamente seguro de que las intervenciones de actividad física comparadas con el control redujeron el IMC, sin provocar ninguna reducción en el zIMC. Respecto a las intervenciones de dieta combinada con intervenciones de actividad física sí se redujo el zIMC en comparación con el control, aunque los estudios que lo demuestran son de baja certeza. Para las intervenciones dietéticas de forma aislada, se encontraron estudios que, con un alto grado de certeza, muestran que no se producen reducciones ni del IMC ni del zIMC frente al control.

En el resto de los grupos de edad, de 0-5 años y de 12 a 18, se han encontrado pruebas de las que podemos estar menos seguros.

En el grupo de 0 a 5 años la combinación de intervenciones dietéticas y de actividad física comparadas con el control reducen el zIMC y el IMC, sin embargo, la reducción es muy pequeña, mientras que en el grupo de 12 a 18 años ni las intervenciones dietéticas solas ni combinadas con intervenciones de actividad física tienen efecto sobre el IMC o el zIMC. Las intervenciones dietéticas asociadas al aumento de la actividad física en comparación con el control podrían reducir el zIMC y en diferentes estudios tienen resultados contradictorios sobre el IMC. En ambos casos con una certeza baja o muy baja.

Consideraciones adicionales

¿Existe incertidumbre o  variabilidad importante sobre cómo los pacientes valoran los desenlaces principales?

La incertidumbre o la variabilidad probablemente no sean importantes.
Evidencia procedente de la investigación

Una revisión de la literatura científica apunta que, aproximadamente, la mitad de los niños con obesidad son clasificados como niños con normopeso por sus padres, y hasta el 90 % de los niños con sobrepeso, se clasifican como de normopeso34,35; estos resultados se parecen a los encontrados si preguntas a los niños por su propio peso36. También se ha encontrado en la literatura que en algunos grupos culturales el sobrepeso infantil es visto como saludable y el normopeso infantil se ve como algo no deseable y un posible signo de malnutrición36,37.

Consideraciones adicionales

El balance entre los efectos deseables e indeseables esperados, ¿favorece a la intervención o a la comparación?

Probablemente favorece a la intervención
Evidencia procedente de la investigación

La revisión de Waters para la Cochrane publicada en 201124 refiere que ningún estudio de los incluidos en ella reportó resultados indeseables y, tanto en ésta como en la RS de Ling considerada como de buena calidad y con meta-análisis, prácticamente todas las comparaciones efectuadas reportaron algún beneficio, aunque en general no fueron estadísticamente significativos24,40. Estos datos se confirman en la actualización realizada por la Cochrane en 201916.

Consideraciones adicionales

¿Cuál es la magnitud de los recursos requeridos (costes)?

Costes moderados
Evidencia procedente de la investigación

La literatura señala que, en este tipo de intervenciones, se pueden establecer 2 tipos de evaluaciones económicas que permitirían conocer los costes y  resultados de la intervención: unas son las  que miden los costes exclusivamente dentro del tiempo de observación del ensayo de interés (evaluación económica basadas en el juicio), y otras que realizan una  evaluación económica basada en un modelo que va más allá del período observado y extrapola los costes y resultados en un horizonte de tiempo más largo (por ejemplo, vida útil). Esta última, además, apoya el análisis con datos secundarios (por ejemplo, datos de morbilidad y mortalidad). Este último tipo de análisis es especialmente relevante en el campo de la prevención de enfermedades y la intervención en la primera infancia, donde los beneficios solo pueden observarse mucho después de que finalice el ensayo.

Dicho esto,  hemos de tener en cuenta que aunque la mayoría de los estudios eligieron una perspectiva de por vida, se basaron en suposiciones sobre, por ejemplo, la duración del efecto del tratamiento y las trayectorias de las comorbilidades relacionadas con la obesidad que son de difícil estimación, aún  más, cuando hasta el momento no hay evidencia de que el efecto alcanzado durante la primera infancia se mantenga en la edad adulta y más aún cuando los estudios evaluaron la efectividad en función de los costes basándose en intervenciones únicas, que no proporcionaron un tamaño de efecto estadísticamente significativo41. Además, no se han encontrado estudios dirigidos a conocer los recursos necesarios para desarrollar las intervenciones cuando se involucran padres en la intervención.

Consideraciones adicionales

¿Cuál es la certeza en torno a la evidencia sobre los recursos requeridos?

No hay estudios incluidos
Evidencia procedente de la investigación

La Colaboración Cochrane en la revisión del 201124 señala que, ningún estudio incluyó una evaluación económica formal, aunque todos los estudios, sin embargo, informaron sobre quién administró la intervención, si eran o no realizadas por personal entrenado, sobre el período de tiempo para el componente cara a cara de la intervención y los materiales requeridos, que permitía valorar el coste en recursos personales y materiales dedicados.

En cada estudio, la valoración económica fue distinta y no se ha encontrado una evaluación que los comparase, menos aún en las intervenciones dirigidas a la familia. Esta afirmación se repite en la actualización del 201924,16.

Consideraciones adicionales

El coste-efectividad de la intervención, ¿favorece a la intervención o a la comparación?

Probablemente favorece a la intervención
Evidencia procedente de la investigación

 Para la valoración de este ítem tendría que evaluarse también el coste de la intervención estándar o no intervención (que sería el comparador), con la carga de enfermedad posterior que ello conllevaría y compararlo con el gasto de la intervención y el ahorro que supondría en cuidados posteriores (años de vida ganados, menores comorbilidades, menor absentismo laboral…). Aunque estos costes se han evaluado en adultos con obesidad en USA, aún no se han evaluado estos costes en la edad adulta en función si eran o no niños con obesidad ni en USA ni en nuestra población43,16. Sí podemos afirmar que, según estimaciones recientes de la Unión Europea, los costes directos anuales de la obesidad representan el 7% de los presupuestos nacionales de salud44.

Consideraciones adicionales

¿Cuál sería el impacto en la equidad en salud?

Probablemente sin impacto
Evidencia procedente de la investigación

Se sabe fehacientemente que el nivel socioeconómico está inversamente relacionado con la obesidad en la mayoría de los países occidentales45,46, es decir, un menor nivel socieoeconómico tiende a asociarse con una mayor prevalencia de sobrepeso y obesidad. Esto puede ser debido en parte, a menos actividad física, comportamientos más sedentarios y hábitos alimentarios más pobres, así como menor acceso a instalaciones recreativas y menos dinero para comprar opciones de comida más saludable47.

Tampoco el acceso a las intervenciones es equitativo en el sentido de que, aunque la posibilidad de acceso sea la misma para todos, la oportunidad de acogerse a ellas no sea la misma, así, por ejemplo, podemos pensar que la disponibilidad de los padres en entornos poco favorecidos es menor ya que, con frecuencia, los niños no disponen del tiempo necesario de sus padres para llevar a cabo una actividad física moderada y dieta equilibrada debido a la sobrecarga laboral de los mismos.

Se considera que al ampliar el abanico de lugares donde realizar las intervenciones sobre la familia, se favorece el acceso a las mismas de manera generalizada.  No obstante, mientras que los programas o intervenciones sigan siendo voluntarios (como en centros religiosos o la comunidad) tal vez no se alcance a intervenir a las familias con menor nivel socioeconómico por la sobrecarga vital a la que estas están sometidas.

En la revisión Cochrane de 201916 en cuanto al estudio de la equidad sobre el efecto de la intervención por condición socioeconómica (SES) en niños de 0 a 5 años, cinco ECA informaron sobre este efecto. Dos ECA informaron que las intervenciones tuvieron mayores efectos en los niños de familias con mejores niveles educativos o SES48,49, un estudio informó que la intervención redujo el zIMC más en los niños de SES más bajo en comparación con los de SES alto50.Dos ECAs no encontraron diferencias en el efecto de la intervención por el nivel de educación de los padres sobre el zIMC51, o el IMC52.

En niños de 6 a 12 años, dos ECAs informaron de que no había interacción entre SES y IMC53,54. Dos ECA realizados en países de ingresos altos informaron de que una mayor SES de los padres se relacionaba con resultados más favorables. Dos ECA en los países de ingresos medianos altos (México y Turquía) informaron de que el aumento del SES parental estaba relacionado con resultados menos favorables.

La revisión Cochrane sobre intervenciones preventivas de la obesidad del 201124, señala que las intervenciones, aunque no parecen resolver las desigualdades en salud, tampoco las aumentaron, aunque esto fue examinado en muy pocos estudios.

Consideraciones adicionales

¿Es aceptable la opción para los agentes implicados?

Probablemente sí
Evidencia procedente de la investigación

Cuando las medidas de prevención de la obesidad se dirigen a niños y jóvenes, tiene sentido práctico involucrar a la familia y no solo al niño, puesto que éste no ejerce el control exclusivo en la toma de decisiones relacionadas con estilos de vida saludables. Más bien son las dinámicas familiares (es decir, reglas familiares, apoyo emocional, estímulo, refuerzo positivo y participación familiar) las que trabajan como una unidad, con los padres influyendo en sus hijos y viceversa68. La mayoría de los autores han considerado que los programas de intervención para la prevención de la obesidad son en general, bien aceptados por padres e hijos. Quizá durante la transición de la infancia a la adolescencia, en la que se produce una marcada búsqueda de una mayor autonomía y poder de decisión de los niños69, se puede pensar que la menor influencia de los padres pueda provocar una menor aceptabilidad de esta recomendación en este colectivo.

Consideraciones adicionales

¿Es factible la implementación de la opción?

Probablemente sí
Evidencia procedente de la investigación

Recientes investigaciones71 han revelado que la figura masculina de los progenitores tiene una profunda influencia independiente en la salud y desarrollo infantil.  Además, esta figura parece tener una influencia particularmente importante en conductas clave como la actividad física de los hijos y los hábitos dietéticos que están intrínsecamente vinculados al estado del peso del niño72. Un estudio longitudinal de 3285 familias identificó que los niños con un padre con obesidad, pero una madre de peso saludable, eran 15 veces más propensos a padecer obesidad que los niños con padres con peso saludable. En contraste, tener una madre obesa pero un padre con peso saludable no aumentó el riesgo de obesidad infantil.

Estos hallazgos sugieren que es importante incluir a la figura paterna en las intervenciones sobre obesidad infantil y que los esfuerzos en este sentido pueden tener consecuencias considerables para la eficacia de la intervención73.

De hecho, los investigadores han argumentado que la aplicación de programas de crianza sin el compromiso significativo del padre es similar a la mala práctica, conduce al desperdicio de recursos, proporciona evaluación incompleta, y puede socavar el deber de cuidado74.

Consideraciones adicionales

Tablas GRADE

Bibliografía

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